LEONARDO MURILLO

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Location: Metropolitana, Chile

Nacido en 1984, Leonardo Murillo ha dedicado su vida a respirar el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Sus primeros cinco años los vivió cuestionándose las razones que tenían las tias del jardín para pegar cachetadas a quien no se durmiera en las colchonetas. Luego vendría el colegio, la educación básica en donde Jessica Arriet Ojeda, la profesora jefe, lo martirizaría en base a retos y humillaciones frente a sus compañeros. De quinto a octavo frecuentó la marihuana, el crack y la pobreza de una escuela municipal cerca de su casa. En el 2002 completó sus estudios secundarios para abocarse ha seguir respirando el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Administra y es uno de los fundadores del sitio y editorial www.poetica.cl. Fanático del ajedrez y la poesía, Leonardo Murillo come todos los días pan con algo pal pan y té, sentado en la cama a una distancia de treinta y siete centimetros entre él y su televisor.

Tuesday, November 28, 2006

dos sonetos

Soneto del poeta tildado de enfermo

La anciana al reír me acaricia el pelo
Pues me tiene por un poeta muy malo
Y lee mi poema cual prender la radio
Y sintonizar el dial de un enfermo

Y apunta a la distancia con el dedo
Desde sus poemas cursis y cristianos
Llevando alegre la batuta de algo
Como maestro de ceremonia ciego

Bajo el colchón su manual de poesía
Guarda con esmero todos los días
Como abuela que piensa en la azucena

Y aquí en mi reducto yo te exhorto
A que bailes la cumbia con nosotros
O calles la ignorancia que demuestras



Cuerpo del ciudadano

Es comer la hallulla de la esperanza
Con la misma boca del panadero
Nada hay en el ojo del aguacero
Que deleite al niño por la ventana

Es roer y roer la palabra humillada
Que mira al suelo esperando un secreto
El del sujeto de lengua cortada
Al ver la faz entregarte un boleto

La interioridad al tocar el timbre
Izando el paladar de un día triste
Cuando tu cuerpo nos tiene esperando

O entrar a la pieza y prender la luz
La amnesia popular de un aire azul
Que de improviso nos muestra el costado

Wednesday, November 08, 2006

tiastem um peum

Los peos de Matías tenían un tinte oloroso único, esto debido a la pose que mantenía antes de tirarselos. Era como mirar de espaldas e inclinar el cuerpo hacia abajo, con el trasero en dirección a nuestra vista para darte a entender que algo sería perpetrado. Lo mismo que cuando ibamos a entrenar a la católica. Nos ibamos en micro , en los asientos de atrás. Matías elevaba sus piernas al cielo y procedía a lanzar sus ventosidades. Y yo sentía jubilo y lanzaba carcajadas vírgenes, como si antes no me hubiera reido nunca. El olor de los peos de Matías me recordaba un barquillo envuelto en cascaras de huevo abandonadas en una playa. Las sustancias fétidas estaban mezcladas en un equilibrio sin par, tal como cuando nos contaba las veces en que incineró sus peos en la sala de clases. Ponía el encendedor a la altura de su recto y se tiraba el peo y yo me preguntaba cómo mierda no se quemaba el pantalón. Disyuntiva que habrá que dejarsela a los mismos físicos que iban donde Juan Luis Martinez a poner en orden sus disquisiciones interpretativas.
No pasaba lo mismo con los peos del maestro Nelson. Quizás haya sido porque el maestro es vegetariano, entonces su olor siembre iba a ser primigenio. La costumbre del Maestro Nelson era la de tirarse los peos sin avisar. Entonces uno sentía el peo y luego le preguntaba-maestro, se tiró un peo cierto?. Y el maestro respondía-no maestro Leo, adónde la vio. Y me reía por la inocencia del maestro, sobre todo porque no estaba ni ahí con tirarse los peos en el apretujamiento del vagón del metro, y aún así repondía- no maestro Leo, adónde la vio.
Los peos del maestro Nelson me recordaban un dulce ambrosoli de miel. Cuando olía el peo del maestro Nelson, se me venía a la mente el envoltorio dorado y el sonido al arrugarlo. Los peos del maestro Nelson eran poesía pura.
Hace poco me tiré un peo sin avisar. Fue cuando ensayabamos con nuestro grupo Lilú. Randall estaba sumido en un éxtasis con guitarra eléctrica y yo concentrado repitiendo la secuencia con mi teclado. No obstante lo anterior, Camilo frunció el ceño y ordenó parar, exclamando- buf, está hediondo; Leo, te tiraste un peo? . Si wn- respondí con risas.

Friday, November 03, 2006

personatiburem

Fabian Cocolizo: expone a los demás hombres sus catorce años en la cuesta; sus catorce años gangoso y enamorado de la Carla que ya no lo quiere y "yo no sé lo que le pasa a la Carla tía que anda taan esquivaà".

Pico Parao: arrancò de sus suegros cuando besaba a su polola y el gentío se detuvo por momentos para examinar su entrepierna prominente, y de ahí su apodo.

Yegua Choca: muestra su cola en el declive de su melena.

El Canilla: cuando niño; a los dos años le mostraba su raquítico cuerpo a los hombres. era un niño que pasaba pegándose en las canillas y "mamá, me duelen las canillas".

Trato Grande: así le dicen porque su mujer es una señora grande.

Cinco Monos: siempre anda con "la mona" (borracho).

Come Ketchup:

El comeketchup habita los rumbos del campo
Allí trata de hermana Margarita a la Margarita
Y sabe que debe irse por el camino del señor

Al comeketchup le ofrecen vino los hombres del bar
Comeketchup, ven, toma-le dicen
Y Comeketchu va y toma y dice gracias

Yo sé que debo irme por el camino del señor, hermana Margarita,
pero la tentación es más grande
y yo digo gloria al señor, ¡gloria al señor!
Pero la tentación es más grande.

Tumana: sujeto con problemas mentales. trata a la mayoría de los hombres como a cuñados y les dice "hola po cuñao, ¿me da tumana?"
(me das tu hermana).

El decidio y la Michelin: el decidio es un hombre de temperamento colérico y su esposa es una señora guatona que usa colaless.

Pato Mañico: su apellido es Mañico y dicen que es fanfarrón.

El mudo: es mudo pues vio la muerte de sus padres en un incendio. a pesar de que no habla, todos le entienden sus ademanes.

Cachalpelma:

Doña Visagra: señora cincuentona que se le ve todos los días mirando por la ventana.

Lagartija: señora del Canilla y madre de Fabián Cocolizo. Es flaquísima y muy intrusa. Vende ropa usada en la feria.

El Ñaco: se le ve a mediodía sentado en su silla de mimbre y tomando ulpo. Es lo único que come.

Las pescá: son mujeres que Don Beto acostumbra a llamar así porque son pesadas. Don Beto es el pescador pues cuando niño en vez de ir a la escuela se escapaba y se iba a pescar.

Sandía Calá: Son varias hermanas muy ordinarias, vievn cerca del Tranque.

Juan de todas partes: pasa en todas partes de lugar en lugar.

El Chiquitín: es un viejo muy chico cuya madre también es baja y gorda, como él mismo cuando niño.

El Cuchuflí: así le dicen a mi hermano chico (David) cuando juega a la pelota, porque es flaquito y escurridizo.

La Zorrita Negra: Le dicen así porque de un día para otro se tiñó el pelo negrísimo.

Jano Culebra: pasa arrastrándose, es tullido.

Trompa e Burro: ser humano que habla con timbre agudo y gritando.

Doña Canuta: es mamá del canilla. mujer evangélica que "pasa canuteando".

Chimila: hombre borracho y vagabundo que cuando pasa por las casas todos gritan "mira, el chimila".

Señor Calcetín: así le dicen desde que era un niño. Nunca se lavaba los pies y cuando llegaba a la sala de clases la profesora le preguntaba
"te lavaste los pies?"

"no profe, tengo calcetines".

Juan Pulga: mi tío segundo (hermano de mi abuela Margarita) reconoció la paternidad de la tía marcela. El padre de la tía Marcela era Juan Pulga, hombre que debido a una trifulca en una ramada, murió asesinado por sus hijos de un cuchillazo en el estómago. Era una famila extremadamente pobre, que pasaban mostrando picaduras de pulga en la piel.

Don Petete: hombre muy feo "como zapallo".

Puntito: un niño muy chico, que casi ni se ve.

Manteca: hombre gordo y cochino que anda siempre con camisa grasienta.

Gato: alguna vez lo vieron desnudo; por el pene chico.



Ahí están apodos de seres humanos que existen en la realidad.

Wednesday, November 01, 2006

Grotescus pintus gaurderiat

La mujer me advierte que aguantó su vagina los 24 años de su vida para esperar el matrimonio y regalar su orificio con cariño a lo resplandeciente. Allí donde la empalarán con el mismo cariño; y por su vagina escupirá sangre roja, carroñera. Ella pone sus manos en el pecho, a la altura del corazón, y nos dice "es mi regalo". Y la señorita cora, una puta culiada, un personaje de Cortazar que representa la gran mierda viviente en la literatura, mira al muchacho y se atreve a pensar la conchesumadre. Una reverenda mierda humana. Así como la jovencita que nos cuenta su historia de aguantarse la vida midiendo la cantidad de chocolate que come, porque la verdad es que está optando a la carrera para curar su anorexia, y la imbecil ama de casa que alardea de su madurez de ir a buscar el niño a su casa, tiene un pantalon de tela blanca que trasluce su rimbombante vagina humectada. Ahí está tu regalo: llegarás a anciana o antes irás a intimar con la palanca de cambio. En la pelicula los soñadores se lo ingresan con respeto y mientras fríen cuatro huevos. Y yo me pregunto si Yavé miró realmente con desprecio el regalo de Caín, o si de ingresarlo tarde y como un regalo es la marca indeleble como la majin bú que yavé talló en la frente de ese hombre. Y Diamela Eltit será discriminada porque creyó que él era un hombre malo, y jehová posará en las palabras de los Testigos que dicen aló en mi casa los sabados. como siendo condenada a reptar la serpiente, a reptar las zapatillas de sus grupos parásitos que recuerdan las carnes de los niños. Y fuma la tonta olle, fuma la tonta con su carita de inteligente para escribir arti culitos prestigiosos en un diario; "es lo que tengo que hacer" ahaha pobre gueona; tan similar al guatón macabro que toma de la copa, o al feo insufrible que se las da de crítico con su pinta de aweonao. Y el frío me cala en los huesos modestamente, y tengo hambre, y cuando llego a casa levanto al Firulais a la altural del Sol y corto una flor negra y me la como con un pan con margarina; me da una sensacion tan grande, como "inmarcecible" loco.

actoribus

Los enamorados de las tablas, como si un cielorraso hubiera amenazado unas vagas lloviznas sangrientas. De ese afán inhalamos, las caras compungidas, símbolos de un rostro de mujer y virginidad; juntos para un regalo triangular y negro como una selva africana llena de pigmeos viviendo por no sabíamos no ignorábamos la casa en el árbol. Juego de mímica e idiotez, tantas veces ridículos de pie en el escenario pero igualmente tontorrones que una primera mujer pidiéndole al mundo un puesto de trabajo hecho de sangre y uñas o, para un aprendiz baboso, hediondos como una primera efusión de sobaco.
Y así empezó a girar la rueda de los actores, la rueda que atraganta su garganta en el amor a las tablas. El escenario como un reino de vida, el estado en que el rostro se contorsiona por segunda vez para ser más ridículos y cerrar los ojos opacos con un imperceptible peo musgoso. Centrándose en su eje, a imitación de los síndromes de Dawn que acompañan a las madres del brazo, o con las ojos cristalinos —símbolos de la vanidad atiborrada de vergüenza— rabiosamente tiernos, el actor dando unas vueltas en falso como en una edad anterior a la invención de la inteligencia; en el sentido de lo estéril y en su rubor.
Por un momento reinó la confusión en los actores. Y yo mordí largamente en el cuello a mi vergüenza AJENA, en un abrir y cerrar del ojo del que todo lo ve, como en una edad anterior a las manitas del actor maduro con cara de estupido mirándonos los ojos
pues simulaban luchar contra la creencia de que esto hacíamos; creencia rayana en la fe como el juego en la podredumbre humana y los hechos se aventuraban apenas a respaldarlos con sus mejillas rojas.
Dejamos de girar por el suelo, el actor Ángel vencedor de lo auténtico, mi actriz favorita; yo de Al Pacino y su definición de poesía inefable (con el chasquido de los dedos en media luna "esto es la poesía", envueltas sus crestas
en un capullo de negación que los hacía disfrutarse —olor a Corleone en la pelusa de un grito inesperado—.
Esas eran las muestras de sus weapons de la victoria y las suyas con soriasis en las manos y mirárselas como Cristo antes de caminar sobre las aguas y el chapotear del miedoso Pedro confundiéndose unas con otras a modo de nidos como ruido en el silencio, de celdas como turgencia de senos blancos, de abrazos como niños en los casamientos de esos padres y en las manos con sarna de los perros del vagabundo en la escena.
Dejamos de hacer coreografías como las de Walken, o las del imitador farsario cuyo título es Don Ángel, con una rara sensación de vergüenza, sin conseguir formularse otro reproche que el de haber postulado a un éxito tan vergonzoso.
La rueda de los actores daba ya unas vueltas perfectas, como en la época de su aparición en los ojos inocentes, como en su edad de madera recién carpintereada
con un ruido de canto de mujeres medievales; el tiempo volaba en la buena dirección del mejor director para las tablas y nos cagábamos de hambre encima de su rostro. Se lo podía oír avanzar hacia nosotros para dirigir con su batuta de hombre homosexual que trabaja los días viernes en una florería, y formar el mejor adorno para el ramo, mucho más rápido que el reloj de su pololo sentado en la mesa de un color marítimo, cuyo tic-tac se enardecía por romper tanto silencio.
El escenario lloraba como para arrollarnos con el gemido de la negra Esther hacia esas aguas espumosas en su boca, más rápidas en la proximidad del ataúd de Andrés Pérez, con alas de gorriones —símbolo de las salvajes penetraciones en su culo— con todo él por único objeto desbordante y manchando y la vida —símbolo del actuar invisible— se adelantaba a pasar tempestuosamente haciendo girar la rueda de los actores a velocidad acelerada, como en una molienda de travesura, sardónica.
Yo solté a mi cuello mordido y caí de rodillas, como si hubiera envejecido de golpe, presa de dulce, de empalagoso pánico como si hubiera conocido, más allá del amor en la flor de su sangre, la crueldad del corazón en el fruto del actuar, la corrupción del fruto y luego... la verdad transpirada, afiebrada y quizás olfativa.
¿Qué será de los hombres que fuimos? Alguien se precipitó a encender a los que dialogan, más rápido que el pensamiento de las personas que se saben actores.
Se nos buscaba ya en el interior del escenario, en las inmediaciones del cuerpo: el teatro oscuro como el claro de un niño.
Pero siempre hubo tiempo para ganárselo a los sempiternos cazadores de fama. Cuando ellos entraron al comedor, allí estábamos los ángeles sentados a la mesa
ojeando nuestros guiones ilustrados —los hombres a un extremo, las mujeres al otro—
en un orden perfecto, anterior a ese "amor".
En el contrasentido de las manecillas del reloj se desatascó la rueda de los actores antes de girar y ni siquiera nosotros pudimos encontrarnos a la vuelta de la vida, cuando entramos en el tiempo de las conversas como en aguas enfáticas, serenamente veloces; en ellas nos dispersamos para siempre, al igual que los restos de un mismo diálogo a tu mejor amigo.
Pero una parte de mí no ha girado al compás de la rueda de los actores, a favor de la corriente de un silencio conmigo.
Nada es bastante real para un pensamiento sin habla. Soy en parte ese niño que cae de rodillas; dulcemente abrumado de traumas negros. Y no he cumplido aún toda mi edad teatral, ni llegaré a cumplirla como él; de una sola vez y para siempre.