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Location: Metropolitana, Chile

Nacido en 1984, Leonardo Murillo ha dedicado su vida a respirar el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Sus primeros cinco años los vivió cuestionándose las razones que tenían las tias del jardín para pegar cachetadas a quien no se durmiera en las colchonetas. Luego vendría el colegio, la educación básica en donde Jessica Arriet Ojeda, la profesora jefe, lo martirizaría en base a retos y humillaciones frente a sus compañeros. De quinto a octavo frecuentó la marihuana, el crack y la pobreza de una escuela municipal cerca de su casa. En el 2002 completó sus estudios secundarios para abocarse ha seguir respirando el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Administra y es uno de los fundadores del sitio y editorial www.poetica.cl. Fanático del ajedrez y la poesía, Leonardo Murillo come todos los días pan con algo pal pan y té, sentado en la cama a una distancia de treinta y siete centimetros entre él y su televisor.

Wednesday, November 08, 2006

tiastem um peum

Los peos de Matías tenían un tinte oloroso único, esto debido a la pose que mantenía antes de tirarselos. Era como mirar de espaldas e inclinar el cuerpo hacia abajo, con el trasero en dirección a nuestra vista para darte a entender que algo sería perpetrado. Lo mismo que cuando ibamos a entrenar a la católica. Nos ibamos en micro , en los asientos de atrás. Matías elevaba sus piernas al cielo y procedía a lanzar sus ventosidades. Y yo sentía jubilo y lanzaba carcajadas vírgenes, como si antes no me hubiera reido nunca. El olor de los peos de Matías me recordaba un barquillo envuelto en cascaras de huevo abandonadas en una playa. Las sustancias fétidas estaban mezcladas en un equilibrio sin par, tal como cuando nos contaba las veces en que incineró sus peos en la sala de clases. Ponía el encendedor a la altura de su recto y se tiraba el peo y yo me preguntaba cómo mierda no se quemaba el pantalón. Disyuntiva que habrá que dejarsela a los mismos físicos que iban donde Juan Luis Martinez a poner en orden sus disquisiciones interpretativas.
No pasaba lo mismo con los peos del maestro Nelson. Quizás haya sido porque el maestro es vegetariano, entonces su olor siembre iba a ser primigenio. La costumbre del Maestro Nelson era la de tirarse los peos sin avisar. Entonces uno sentía el peo y luego le preguntaba-maestro, se tiró un peo cierto?. Y el maestro respondía-no maestro Leo, adónde la vio. Y me reía por la inocencia del maestro, sobre todo porque no estaba ni ahí con tirarse los peos en el apretujamiento del vagón del metro, y aún así repondía- no maestro Leo, adónde la vio.
Los peos del maestro Nelson me recordaban un dulce ambrosoli de miel. Cuando olía el peo del maestro Nelson, se me venía a la mente el envoltorio dorado y el sonido al arrugarlo. Los peos del maestro Nelson eran poesía pura.
Hace poco me tiré un peo sin avisar. Fue cuando ensayabamos con nuestro grupo Lilú. Randall estaba sumido en un éxtasis con guitarra eléctrica y yo concentrado repitiendo la secuencia con mi teclado. No obstante lo anterior, Camilo frunció el ceño y ordenó parar, exclamando- buf, está hediondo; Leo, te tiraste un peo? . Si wn- respondí con risas.

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