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Location: Metropolitana, Chile

Nacido en 1984, Leonardo Murillo ha dedicado su vida a respirar el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Sus primeros cinco años los vivió cuestionándose las razones que tenían las tias del jardín para pegar cachetadas a quien no se durmiera en las colchonetas. Luego vendría el colegio, la educación básica en donde Jessica Arriet Ojeda, la profesora jefe, lo martirizaría en base a retos y humillaciones frente a sus compañeros. De quinto a octavo frecuentó la marihuana, el crack y la pobreza de una escuela municipal cerca de su casa. En el 2002 completó sus estudios secundarios para abocarse ha seguir respirando el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Administra y es uno de los fundadores del sitio y editorial www.poetica.cl. Fanático del ajedrez y la poesía, Leonardo Murillo come todos los días pan con algo pal pan y té, sentado en la cama a una distancia de treinta y siete centimetros entre él y su televisor.

Sunday, November 13, 2005

Estos son los versos fúnebres de Sergio Olea Gaona

Estos son los versos fúnebres de Sergio Olea Gaona:
prisma insoluto: coito a la inocencia del tauro

En camilla es transportada la hambrienta sombra del terror;
pregunta peregrina: cuál es tu nombre

De un tiro, solo, y como plasticina su figura;
rastros de sangre conchebina fallecían con él

Rasurado el cuero. Arrancado de raíz el odio;
el pronombre de satán cabalgando en la yegua del marxismo

El color negro en su negrura más negra, como el miedo

La carnada original fascistoide cabalgando en la yegua del marxismo

Durmamos. Duerman, todo ha terminado

Townley aun es entrevistado en los canales donde el pánico silencia

Guzmán requiere la muerte, la piensa, es de él

Sergio Olea Gaona comprende la magnitud de su rótulo;
el fetiche es el vuelo por donde se van los rebautizados

Ladrón de poca monta, ¿y qué es la monta?
A ti te bautizó la vida con los apellidos del mártir,
y estuviste presente en el sepelio de la buena suerte

Oh! consecuencia, por qué causa no perdonaste al hombre de los errados asaltos!
Dímelo, oh! consecuencia:
exhala tus aires inmortales y labra la verdad de la tierra;
la muerte entrando por el forado del lóbulo;
la sangre conchebina del "págoda" vendiendo el deseo de vivir

Oh! consecuencia!
Por qué desnudaste al hombre en su humanidad más pura?
Por qué infligiste la tristeza al vulgo,
a aquellos que no merecen la vehemencia del pecado de Zoroastro?

Estoy declamando los versos fúnebres de Sergio Olea Gaona,
y me miro intimidando el punto culmine de mi definición
Allí me defino, allí soy, es el momento, es el punto,
los claros lenguajes inician su retórica de plasma
Los segundos transcurren siendo vistos por el guardia que no vacila,
y los disparos entronizan el cuadro tridimensional del caos,
el cual explota un artificio que abre la puerta de la trascendencia
El conchebino barre las esperanzas de los faraones
Y nada topa con el fruncimiento de los entrecejos,
en un lapsus del cual dieron cuenta
los que hicieron el acto de prosternación a la imagen de Cristo
Esos que respaldaron el ensayo sintomático de la conciencia de clases,
y dieron un portazo a la esperanza de un mundo mejor
Ellos callaron bañados en la negrura más negra (que da miedo)
a galope limpio y de cara al viento
cabalgando en la yegua de Manuel Rodríguez, del frente patriótico que
mató al pelado de la discordia revolucionaria;
el sintagma del doble discurso aferrado a la psiquis de los pobladores
de la San Gregorio,
quienes abominaban a la yegua cabalgadora del marxismo,
mientras Olea Gaona cabeceaba el valga la redundancia de los hospicios
en la era en que los asaltantes respetaban el juego limpio del buen ladrón

¿Quién se extrañará ante el "rinoceronte universal"
que demandó los sentidos versos representantes del calvario del
honorable que besó la mejilla del galileo,
en la cena de la marraqueta con margarina Calo?
¡Quién se extrañará!
¿Quién podrá comentar: murió el Sergio Olea Gaona, oye, y cómo está la
Marta, aún se pasea a pie pelao?
Ella gana el sueldo matutino de la venta de su zorra, y se pasea a
pie pelao en el embelesamiento del dolor triste
Marta crispa los engaños a la bolsa de té y el pan con puntadas al
corazón del otro
El otro
El otro paga la entrada al baño de los sucios:
los que silban y cargan los sacos
Ellos no se acuerdan de la muerte de Sergio Olea Gaona,
por favor,
ellos comentan:
¿qué? Dónde está mi Marta!
Y la margarina Calo resbala el cuchillo sin filo de la vida de los poetas
Asoman la duda en el teatro del canto
el silbido que antecede la siesta,
sus cabezas para mirar el pasado,
el pecado:
la vida de ellos es un pecado
Asoman a los niños con sus caras de mujeres hermosas,
en la transparencia del tiempo, la luz que alumbra desde el cielo,
la cadencia de lejanas voces regurgita el alimento a los perros
y la margarina Calo resbala el cuchillo sin filo
en un limbo del cual nadie es hipnotizado
en tanto pedimos agua de la manguera a la vecina optimista
que no escribe y que no modela el lenguaje
se basta a sí misma
remojando los porotos la noche entera
Ella no se pregunta, frunce el ceño,
y piensa en los porotos del día siguiente
Le da lo mismo la sintaxis enrevesada friéndose en la paila
Ella no se pregunta, frunce el ceño
Ella no me conoce
No sabe que escribo los versos fúnebres de la figura retórica,
pues aparte de mí
Quién escribirá un poema a la vida de Sergio Olea Gaona?
Como el dolor del cristo colgado en la cabecera
Como el poeta
Como el músico
Como la vida y obra lumpen de cabecera
en los cuartos, quintos y en los sextos
subversivos como sarcoma
que mora en el ladrido de un perro asustado
cuando se acerca un hombre desconocido
a dormir contigo, en tu casa,
para luego robarte, apuñalarte, y calumniarte,
cual persona que jamás has visto
en la lírica tregresiva del fiordo
amante del cerebro gastado que cuestiona:
tráelo, tráelo de prisa,
no te lo lleves, tú no sabes
lo que significa para mí;
el ser que despuntó el día como la imaginación de la propia ida:
la encerrona en una caja oscura, negra en su negrura más negra
(¿como el miedo?),
alcanfor del tedio, sonrisa burlona, jabón de tu porte, cartera de piedra,
grito de Pinochet perforando la plasticina de la carne,
salmuera azucarada en el paladar de Aylwin:
el hombre de las dos muertes
La contemplación de su definición por el noticiario del once
(el canal de )...

Todos inconscientemente celebrarán el descanso del fracaso del
viviente: la muerte:
Sergio Olea Gaona:
verso.

Leonardo Murillo

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