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Location: Metropolitana, Chile

Nacido en 1984, Leonardo Murillo ha dedicado su vida a respirar el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Sus primeros cinco años los vivió cuestionándose las razones que tenían las tias del jardín para pegar cachetadas a quien no se durmiera en las colchonetas. Luego vendría el colegio, la educación básica en donde Jessica Arriet Ojeda, la profesora jefe, lo martirizaría en base a retos y humillaciones frente a sus compañeros. De quinto a octavo frecuentó la marihuana, el crack y la pobreza de una escuela municipal cerca de su casa. En el 2002 completó sus estudios secundarios para abocarse ha seguir respirando el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Administra y es uno de los fundadores del sitio y editorial www.poetica.cl. Fanático del ajedrez y la poesía, Leonardo Murillo come todos los días pan con algo pal pan y té, sentado en la cama a una distancia de treinta y siete centimetros entre él y su televisor.

Thursday, October 05, 2006

Crítica a Marcelo

Tuve que cambiar mi crítica a los poemas de Marcelo. El texto que había preparado no respondía a la apelación del poema “Chile, un país de científicos”, como tampoco di mi parecer acerca del poema “Mi Padre”. En esa primera crítica dije más o menos lo siguiente:

“los poemas de Marcelo Ibacache se levantan como discursos en los que se evidencia una manifiesta intención poética. Alcanzando aquel estado en el que la poesía surge cuando el lector reflexiona acerca del discurso presentado. Marcelo Ibacache es un enfermo de voz poética cuyos versos descansan en un buen manejo de la ironía, la simpleza expresiva, el relato como historia para niños, el final que extraña y el tono humorístico. (…)Estos poemas cobran sentido en su unidad como tales, independiente del caudal de prosa al que responden. Esto debido al hecho de que si fueran abordados con los parámetros del poema lírico, sería plausible criticarlos negativamente como poemas lleno de líneas de prosa cortadas, que el escritor quizás llame “versos”. Ahora, e insistiendo en la idea de respetar estos escritos como unidades poéticas que expresan poesía, considero que es posible observar en ellos la presencia de un yo parlador, cuyos temas son la muerte, el amor, la mujer, la poesía y la contingencia. Del mismo modo, la voz poética del poeta es conciente de que en el acto de la escritura está acometiendo la misión de expresar una verdad propia, lo cual puede ser consignado cuando nos atenemos a la manera en que termina los poemas; como sentencia.”

También me había referido a “la fuerza del ritmo en los poemas “Días en estos días” y “Consorcios modernos”, que sobre la base de la denuncia y la apelación respectivamente, suponen un tipo de lucha contra el entorno asfixiante y una manera de tender su conflicto con la realidad. La mirada torva de Ibrahim Ibrahimovic y su melancolía de extranjero en el poema “Carta a un amigo”, merece todo mi respeto como poeta.”

Junto con algunos reparos: 1) la abundancia de verso demasiado largo, 2) la repetición de la palabra “pronunciar” en el poema “La insoportable levedad de las palabras” y 3) la prosa del escrito “Las mujeres de Ibrahim Ibrahimovic” cuyos errores de redacción merecen ser corregidos, en vista de la fuerte carga de imaginación y entretención que expresa.

En la crítica expresé esto con un final que quise bañar con un tono humorístico, refiriéndome a parte del poema “En el taller de Floridor Pérez”; lo último que dije fue:

“espero pronto ver al poeta enarbolar con alegría y orgullo de Temucano su "impresentable" gorro de lana.”

Yo me pregunto, permítanme que me pregunte qué es mejor: ¿enfrentar los poemas del otro, deslindándose de uno mismo, o izar la perspectiva de la poética propia al extremo de temer una posible ofensa del receptor más susceptible a la crítica: el poeta? A mí me gusta preguntarme estas cosas. Más aun teniendo en cuenta el evidente parche antes de la herida que se desprende de la lectura del poema “Chile, un país de científicos”; poema que muestra la rabia del poeta por no tener un espacio en el “parnaso chilensis” y en el que reniega todas las posibles críticas que pudiera haberle hecho el que suscribe. Me da risa, pues parece que el poeta se equivocó. En ese poema destaco la mención de los niños que cantan el himno nacional inconcientemente; en esos versos yo veo poesía. El resto es un alegato de borracho en donde el poeta nos cuenta que va a dejar de escribir porque está aburrido de no ver vida en la literatura. Dice que lo mejor fue haber estudiado matemáticas. Me recuerda el poeta joven del siglo XIX, que de los veinte en adelante se dedicó a “vivir la vida”, y no escribió más. Me recuerda el zapatazo al suelo del hombre que ha contenido una molestia por mucho tiempo, teniendo guardado el desahogo para una mejor ocasión. Y esa ocasión fue el poema.
Finalizo esperando que el poeta tome mis palabras con la misma sabiduría que transmite cuando habla de su padre en el poema “Mi padre”; un poema logrado que dibuja el exterior y el interior de la persona a quien quiere. Y si ya tiene decidido el hecho de no seguir escribiendo, que así sea; en nombre de Pessoa:
“Si así ocurrió, así está bien”.

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