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Location: Metropolitana, Chile

Nacido en 1984, Leonardo Murillo ha dedicado su vida a respirar el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Sus primeros cinco años los vivió cuestionándose las razones que tenían las tias del jardín para pegar cachetadas a quien no se durmiera en las colchonetas. Luego vendría el colegio, la educación básica en donde Jessica Arriet Ojeda, la profesora jefe, lo martirizaría en base a retos y humillaciones frente a sus compañeros. De quinto a octavo frecuentó la marihuana, el crack y la pobreza de una escuela municipal cerca de su casa. En el 2002 completó sus estudios secundarios para abocarse ha seguir respirando el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Administra y es uno de los fundadores del sitio y editorial www.poetica.cl. Fanático del ajedrez y la poesía, Leonardo Murillo come todos los días pan con algo pal pan y té, sentado en la cama a una distancia de treinta y siete centimetros entre él y su televisor.

Thursday, April 19, 2007

un grano

Porque no te levantas hombre flojo, ya es tarde y tienes que pescar.
No quiero mujer, déjame tranquilo, estoy súper cagao de hambre!
Emplázame las ganas de alimentar a los niños. Esos seres entrañables que creamos para ser nuestros sustentadores, esos héroes celebres que vivirán y respirarán con sus cuerpecitos llenos de sangre. Nuestra sangre hombre flojo, sale a pescar. La mar está linda pa' navegar...¿quieres comer un curantito con chapalele? Anda a traerme lo que necesito; levántate hombre flojo, sale a pescar!

Oh fealdad playera del niño en la arena. Secándose sus lagrimas tristes como la fría agua de las olas en un atardecer ancestral, salado, con gusto a perfección. Primera humillación de un día alegre, desgarrado, con el lapso aparte. Contando arena la conclusión ilusionada del pobre, del pobre. Radiantes imágenes rebalsadas de costa. Nudo maldito, por el laberinto oscuro tragando, en la mirada hermana de las olas, la desesperanza provocada por la mayor cuantía.
Obnubilación espacial, amarrando al deseo de arrancar el taladre invocado por la mirada seguida al reflejo del maldito aparato. Qué bonitas son las olas, el sol, el sol, quema y las olas llegan y el niño se transforma para que se extinga, gracias al pasar y borrar.

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