Ideario

El ideario de un sujeto que analiza con detenimiento los poemas de los otros, saca su cigarrillo y conversa acerca de la poesía chilena con los amigos, aquellos últimos poetas más jóvenes de la terminal década, enferma. Varios paquetes de galletas aloja en sus sesos y te mira en pausa, como si no quisiera llevarse una sorpresa desagradable.
Se atreve a criticar tras la pantalla del computador. Confía en que un mensaje anónimo es menos agresivo, sobre todo teniendo en cuenta que a los poetas hay que tratarlos neurocirujanamente: el ego, el ego. Como un cálculo sigiloso les narra a los amigos sus consejos: hace esto, esto y esto: así son los seres humanos. Así reaccionará. Cree conocer la estructura de la decisión ajena. A veces lo logra. Al momento se cruza de piernas y saca su cigarrillo. Bota el humo por su boca y abre los ojos. Se mantiene tal cual durante varios segundos. Soy un buen poeta- se dice a sí mismo.
En su ideario habitan los poetas chilenos vigentes. Los jóvenes individuos que escriben poesía. Ellos son Los Poetas que merecen estar en las antologías. Desconfía, desconfía- está escrito en su mandamiento inconciente. Somos pocos, somos muy pocos- no lo piensa al estrechar tu mano.
Esta nube, que es la decadencia de los círculos literarios chilenos, se respira como quien aloja en su espalda unas garrapatas gordas y transpiradas. Se respira, y cada paso va incubando más y más groseros parásitos. Tras el rostro del ideario se respira aquella simbiosis, muy similar a la simbiosis del imán y la electricidad, a la corrupción de un gesto: somos pocos, somos muy pocos- no lo piensa al estrechar tu mano.