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Location: Metropolitana, Chile

Nacido en 1984, Leonardo Murillo ha dedicado su vida a respirar el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Sus primeros cinco años los vivió cuestionándose las razones que tenían las tias del jardín para pegar cachetadas a quien no se durmiera en las colchonetas. Luego vendría el colegio, la educación básica en donde Jessica Arriet Ojeda, la profesora jefe, lo martirizaría en base a retos y humillaciones frente a sus compañeros. De quinto a octavo frecuentó la marihuana, el crack y la pobreza de una escuela municipal cerca de su casa. En el 2002 completó sus estudios secundarios para abocarse ha seguir respirando el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Administra y es uno de los fundadores del sitio y editorial www.poetica.cl. Fanático del ajedrez y la poesía, Leonardo Murillo come todos los días pan con algo pal pan y té, sentado en la cama a una distancia de treinta y siete centimetros entre él y su televisor.

Thursday, April 26, 2007

inteligentes

El cemento de las calles se ensancha al oir el ladrido de los hombres que piensan. Son hombres que se sientan junto a ellos y escriben artículos de neuronas modeladas. Las neuronas les son útiles para pensar acerca de los libros, los poemas y películas. Les sirven para pensar acerca de las cosas. Y unas burbujas se ofrecen al mundo desde la boca del cadáver, y un pasillo sucio se rompe al estrechar su plasticina. siento todo mi cuerpo tenderse en la cama de la pieza que compartimos con estos familiares. recuerdo las veces en que repitieron de curso mis hermanos y oigo el parlamento de mi madre analfabeta y sucede que no soy tan inteligente. No puedo rayar en la maldad de quien sabe más o menos las cosas del mundo. Me gustaría saber si alguien prometería mi inteligencia. Hubo ajedrecistas a los cuales nunca pude ganar. Lloré en los ojos el sol del mediodía y la derrota. Cuando recibí la nota cinco de la Miranda, sé que la escribió con un lápiz pasta e intuyó mi falta de inteligencia. La intuyó como quienes ya no quieren saludarme...y pensar que la culpa no es mía. ahora pienso en el sujeto que vendía los cepillos de dientes en la vega chica; la envergadura de su rostro era más grande que su cráneo. me pregunto si habrán auscultado la forma de mi cabeza, me pregunto si jocelyn holt o josé maría navasal (este último q.e.p.d) sabían que sus cabezas lo hacían más inteligentes. esas enormes frentes brillaron ante los hombres a su lado. tengo por costumbre medir la cantidad de dedos de mi frente...así no más es la cosa.

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