Entrevista a la Señora Juanita (ya publicado hace tiempo en poetica.cl)

La suerte está echada. Y ella barre su influencia en la patria y en las grandes decisiones que determinan los lineamientos fundamentales de los pilares burocráticos. Y ella barre y pasa la virutilla en un compás de piernas sincronizado; algo que sólo logran los oídos de la radio y su tarareo del infierno, o del cielo, o del país. Quién sabrá acaso más que ella misma de sus intenciones tras las celosías y su lagrima de transpiración tras la puerta? !por favor respóndanme! Yo quiero saberlo! Y ella barre. Miro su cadencia desde mi ubicación peatonal del cemento en estas cuadras en donde el ochenta por ciento de los hombres caminan los días domingo hacia los ferias. Me detengo en el transito de espectros que aquella cuadrada masa orgánica me ofrece, como cuando en la vega te acercan el plato de porotos con riendas, y tú aceptas el movimiento de la cuchara hacia tu boca, la cual gusta de embucharse aquel elixir emancipado por los pueblos. Toco el timbre. Y ella barre. Apenas escucha el primer ring, abre la cortina y husmea con su nariz apodíctica, el resultado de las sociedades y las culturas. Al verme dibuja mi cara con su rostro. Su fe en Dios la incita a abrir la puerta, salir caminando y arrastrar su calzado universal por el camino de baldosa, en tanto hurguetea el bolsillo de su delantal para buscar las llaves del retruécano* firme y claro de las habladurías; la puerta de la reja en donde conversa con Berta los días martes.
-Qué quiere?- Me pregunta empleando esa insolencia de forma en la que flotan los tallarines o los pedazos de pan frito. -Busco a la señora Juanita- Le respondo mirándola fijo, como si en cada partícula de luz matinal, el sol inscribiera en mi frente un palíndromo de ida, vuelta y carnero.
¿Por qué usted está en la boca de todos los políticos?
Eso me lo he preguntado desde mi renacimiento, pues la verdad es que mi raíz de vida me la dieron estos hombres, los que me han otorgado unos cuantos respiros de existencia, a punta de nombrarme en sus discursos y explicaciones. Jamás imaginé que podía ser tan importante.
¿Siente rabia de que no le retribuyan monetariamente?
(mira al cielo y se persigna) Ay mijo, por qué piensas tanto en la plata. (suspira) La verdad es que vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero. Estos son unos versos que me aprendí de chica... Sé que el señor me espera con los brazos abiertos, pero de nada sirve quejarse en vano. Estoy viva y quiero seguir viviendo aquí, en esta casa... y con la tele prendida! jajaja.
La señora Juanita respondía a mis preguntas con una parsimonia que no me parecía legitima. Trataba de destacarse por cosas que no eran su verdadera personalidad. Es por eso que decidí pegarle una cachetada, reprendiéndola por desyoizarse sin el consentimiento de la patria. Entendió mi reto y, secando sus lagrimas, me invitó al living de su casa. Acepté su pedido, pues afortunadamente en la mañana había leído, en el diccionario Aristo, la acepción de la palabra cortesía.
¿Por qué eres un símbolo?
Cada símbolo del mundo se halla en nuestra alma, no avances por los vados del escepticismo. En el camino de la poesía los hombres juegan a ser niños, y en cada niño se encuentras la palabra tú.
¿Usas calugas maggi?
Dependiendo del almuerzo. Pero siendo sincera, a todo le pongo caluga maggi.
“Jamás te olvidare”.
Esta fue la última frase que le exclamé a la señora Juanita cuando me despedí. Caminé por el cemento de todos los días. Las ligutrinas eran más verdes que de costumbre, y como si en mi alma habitara la escarcha de la mirada de soslayo a una ninfula, cavile* su respuesta. En efecto, su réplica fue tan cristalina como nuestra primera lagrima; la señora Juanita me llamó “mentiroso”. En mi camino hallé una lata de coca-cola achurrascada. Fue una delicia haberla pateado en tanto exclamaba al aire: tienes razón, olvido.
Entrevista de Leonardo Murillo
Fotografía de Shorizo Hampon
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