Las piedras que lanzaron aquellos que realizaron el acto poético de los símbolos. Con la capucha cubriendo la envergadura del cráneo, el cráneo listo para darle con un bate marca puchinbol 3301. El bate contó las gotas que ese niño lloró al mirar por las ventanas el resorte de este corazón. Cuando las mujeres que te gustaron se fueron de la mano de los hombres de mirada genial. Esos geniales que cortaron flores amarillas para ponerselas en la boca y fueron más machos que el que suscribió los sueños del reflejo en las multitiendas. No te pude dar el beso que soñé mientras me sentaba en la cuneta de afuera de mi casa y miraba caer los ciruelos en el pasaje. Los vendedores de cabritas (popcorn) frenaron sus bicicletas y se pusieron a contemplar mis ojos esperando que lo saludara como el recuerdo de las bolsas de cabritas a cien pesos. y yo sonreí porque no sabía lo que eran los saludos hacia afuera de los dientes, hacia afuera de las bebidas de fantasía que entran en las simbiosis de los líquidos. El vendedor de cabritas pedaleó con fuerza e hizo sonar por última vez la corneta de los caprinos. El niño se subió en la reja de su casa y miró por primera vez de frente a la luz del sol, enfrentándose, como expresión del mundo del escarnio contra los imperios de las enseñanzas formales que las profesoras tuvieron que orar sin Pinochet tras la retina. Y las capuchas con la imagenes de las caras propias lanzaron piedras hacia adentro de la facultad. El vidrio de un lente se trizó en varias partes, la mujer embarazada rompió su fuente al recibir en su entrepierna el peñazcaso proferido por el capucha artístico. Nuestra capucha de lana con la imagen de la cara propia transpiraba las gotas calientes del verdadero rostro. Y el acto poético se terminó sin producir cambio alguno.
Ellos siguieron siendo geniales en sus grupos, besando de repente a sus novias con besos con lengua. La saliva espesa era un tallarín que separaba a esas dos bocas. Pero estos acontecimientos eran excepcionales, y eran muy poco comentados. De repente el genial introducía su bastión erecto en esa mujer de tus pensamientos, y ella gemía la bondad de ser penetrada por el más genial de los grupos.
surgía entonces la nueva belleza en los otros ojos, los de ella, la nueva mujer que te gusta. pasan los días y te vas dando cuenta que esos ojos te gustan más que los de la otra, en la que a veces piensas (porque no ha dejado de ser linda). Pero el rostro de la nueva mujer es bello, y sabes que lo seguirás mirando hasta que nazca el genial entre las piedras y la conquiste por el modo en que le habla, mirándola con gesto de hombre independiente que puede invitarla a comer un helado sin que le tiemblen los dedos, pudiendo así mismo concretar todas las posturas sin verse debil. Llegará él genial y se repetirá el ciclo, mientras tanto comerás tus panes con margarina y mirarás televisión y la ponchera va a crecer. Saludarás con la mano levantada a los que te conocen y para muchos, casi todos, serás este niño simpático que se ríe mucho y se saca malas notas.
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