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Location: Metropolitana, Chile

Nacido en 1984, Leonardo Murillo ha dedicado su vida a respirar el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Sus primeros cinco años los vivió cuestionándose las razones que tenían las tias del jardín para pegar cachetadas a quien no se durmiera en las colchonetas. Luego vendría el colegio, la educación básica en donde Jessica Arriet Ojeda, la profesora jefe, lo martirizaría en base a retos y humillaciones frente a sus compañeros. De quinto a octavo frecuentó la marihuana, el crack y la pobreza de una escuela municipal cerca de su casa. En el 2002 completó sus estudios secundarios para abocarse ha seguir respirando el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Administra y es uno de los fundadores del sitio y editorial www.poetica.cl. Fanático del ajedrez y la poesía, Leonardo Murillo come todos los días pan con algo pal pan y té, sentado en la cama a una distancia de treinta y siete centimetros entre él y su televisor.

Monday, August 06, 2007

mi nombre: felicidad

Las cajeras de los supermercados Lider ya se acostumbraron a saber quién eres luego de tu compra. Ya se acostumbraron a preguntarte el rut y mirar una pequeña pantalla que muestra tu nombre y apellido. Estoy seguro que más de alguna se propuso jugar a entrenerse mientras trabaja. Estoy seguro que el juego es muy divertido. Es cosa de mirarte la cara y tantear un nombre. yo no sé si conmigo les habrá resultado. Pero si tengo claro el recuerdo de la cajera Betsabé, la cual me miró con cara de satisfacción cuando le dije mi rut. Me preguntó si iba a dar dinero al hogar de Cristo, a lo cual respondí afirmativamente. Parece que ella fue feliz al saber que yo me llamaba Leonardo.
En cuestión de nombres no hay nada escrito. Muchas personas dicen este tipo de frases cuando en las conversaciones abunda la intervención de los otros menos la de uno. La pronuncian con cara de contentos, como si al decirlas su voz se convirtiera en una llave que abriera la compuerta de sus vidas de principiantes de diálogo. Pero esas personas son buena onda. Yo les acaricio la cabeza. Si no les acariciara la cabeza ellos se sentirían tristes y no serían capaz de mirar el mundo en los ojos, de ver los planetas reflejados en sus pupilas. ellos son los necesarios en el mundo. Sólo tienen que imaginar una micro y el deseo de llegar pronto a casa. sólo tienen que analizar la llegada de los músicos itinerantes que se ponen a alegrar la vida de los pasajeros, una alegría forzada que desean contagiarte. La alegría de los músicos itinerantes es una extraña alegría. Porque ellos quieren que tú sonrías cuando dicen un chiste. y si no sonríes creen que eres un amargado. pongámonos a analizar el deseo del músico itinerante. el me canta canciones de Sol y Lluvia. el me canta canciones de Victor Jara. el quiere que yo me ría porque cree que estamos todos estresados. Luego de su show, el músico itinerante inicia su discurso para pedir las monedas. La gente, más o menos el sesenta porciento de la población de la micro se empieza a inclinar hacia los costados. Las señoras sacan sus monederos, los viejitos de boina meten sus manos en el mismo bolsillos que usaron minutos antes para rascarse sus testiculos. De ahí extraen una moneda de cien pesos que entregan al músico itinerante a manera de cómplice tributo: el de uno como pasajero con forzado embelesamiento y el de él, el músico itinerante que dice "gracias".
Por eso es necesario que les acariciemos la cabeza a los que dicen "en cuestión de nombres no hay nada escrito", porque si uno reemplazara la palabra "nombres" por "gustos", alcanzaría el tercer estadio de caricias erogenas del planeta social. Digamos alegría en las pronunciaciones, cantemos a los padres y dejemos de admitir componendas!

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