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Location: Metropolitana, Chile

Nacido en 1984, Leonardo Murillo ha dedicado su vida a respirar el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Sus primeros cinco años los vivió cuestionándose las razones que tenían las tias del jardín para pegar cachetadas a quien no se durmiera en las colchonetas. Luego vendría el colegio, la educación básica en donde Jessica Arriet Ojeda, la profesora jefe, lo martirizaría en base a retos y humillaciones frente a sus compañeros. De quinto a octavo frecuentó la marihuana, el crack y la pobreza de una escuela municipal cerca de su casa. En el 2002 completó sus estudios secundarios para abocarse ha seguir respirando el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Administra y es uno de los fundadores del sitio y editorial www.poetica.cl. Fanático del ajedrez y la poesía, Leonardo Murillo come todos los días pan con algo pal pan y té, sentado en la cama a una distancia de treinta y siete centimetros entre él y su televisor.

Saturday, July 15, 2006



Surge la motivación enastada en el precio justo de una vagina en la venta. Dispone su pasta base para sentir el dolor en su última morada. Ella no quiere que se lo metan más fuerte que la madrugada con sangre. Tienen que pegarles no más cabros. Así el matutino con legañas recibe el músculo ensartado en el grito que cruje la carne tirada en el camión y que cuelga con ganchos. El carnicero sube su carne al hombro y camina mirando el horizonte de su oración profunda. El gloria a dios, papito mío, no me hagas llorar nunca.
El cerumen del huaso acumulado en edades primigenias es la revelación del odio hacia tu madre. Ella te metía el cotolito en el oído y gritabas como si tus testículos fueran cortados con cuchillos filudos. Penétralo. Que es así de justo el poto del hombre al recibir la descarga mirando el espejo. Penétralo, surte el afán de más placer del mojón cagado en tu infancia. Te gustaba que el mojón doliera, era placentero que el mojón doliera y mientras más enorme más brillaban tus ojos. Porque tú, mujer, perdiste tu pene al caer en la tierra, al sentir ardiendo el brote de agua roja, la miel de los besos cuando me besabas y oías el tibio suplicio de un orden ajeno al terror en la sombra; no estás tú en la oscuridad, señora mía, regurgita tu comida a los niños y hazte sentir cuando los otros bajan de las escaleras; haz sentir tu demanda de una moneda por el amor de Dios, y me entregas el parche curita para que regale cien pesos que recibes y me tiras encima de la mesa los parches curitas ya mojados con la cerveza. Te fuiste y limpiaste tu boca del vomito que manchaba la esquina del primer baño en los vagones. Leo, hacia dónde vamos? Y yo te respondo que busques, porque no te queda más que buscar; no tienes otra, también estoy en las mismas. Ellos van a celebrar en la noche, y yo miro los rostros con sus bolsas y sus felicidades colgadas del diálogo alegre. Y yo me pregunto ¿por qué tanta alegría y por qué tan poco respeto? El cemento avanza en la mañana de las religiones, el sol de las catedrales y sus dragones rigidos inquietados por el viento. En un subterráneo, la voz del estertor en la instancia anterior al orgasmo: hasta adentro el desenfreno. Por favor, vuelve a transgredir en mí tu esencia. Haz de nuevo el acto aborrecible de tu calaña, maldita perra. Postra ante ti los servicios de tu prostitución barata. El cerumen del huaso y el bulto al hombro del carnicero; gracias acompañamiento del respiro. Yo agradezco a los ojos cerrados y el quiebre de mis voces. Agradezco la bandera clavada en esta tierra para despreciarla y gritar a todo pulmón.

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