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Location: Metropolitana, Chile

Nacido en 1984, Leonardo Murillo ha dedicado su vida a respirar el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Sus primeros cinco años los vivió cuestionándose las razones que tenían las tias del jardín para pegar cachetadas a quien no se durmiera en las colchonetas. Luego vendría el colegio, la educación básica en donde Jessica Arriet Ojeda, la profesora jefe, lo martirizaría en base a retos y humillaciones frente a sus compañeros. De quinto a octavo frecuentó la marihuana, el crack y la pobreza de una escuela municipal cerca de su casa. En el 2002 completó sus estudios secundarios para abocarse ha seguir respirando el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Administra y es uno de los fundadores del sitio y editorial www.poetica.cl. Fanático del ajedrez y la poesía, Leonardo Murillo come todos los días pan con algo pal pan y té, sentado en la cama a una distancia de treinta y siete centimetros entre él y su televisor.

Monday, August 14, 2006

Escritos de principios del año 2003

El helicóptero, ese que recorría un pueblo que no conocía, que era comandado por un huaso de pinta sonada, pero sólo sonada, flameaba. Miraba el paisaje. Lindo paisaje típico de las imágenes en los calendarios, pero único en su capacidad de asombro. No era algo normal, los árboles con hojas verde claras, llegaban a la altura de las cordilleras, hermanando con el blanco de la nieve.
Tenía la capacidad de presenciar la estadía en un Jumbo. Sentía la densidad de un aire especial que circulaba por la vena visionaria. Era el topetón fuerte y camaroteal del que se sorprende y a la vez esta sedado por el calor y la pasividad. Salir de los sacos de dormir para bajar del Jumbo inabarcable de miradas a bolsos verdes. Viene allí el camión mecánico de merlin y Oli. Subamos y subo solo. Se configuran los hilos más los mini carruajitos. Con nostalgia de carretes volantineros. Sentirse acompañados por los actuales personajes de la historia real y no reconocerlos como tales, sólo sentirse acompañados. Llegar a un Linares llano, verde, con un monolito café de troncos variados juntos a cerros lejanos y mesas de ajedrez. El bajar, el bajar dejando atrás para dejar atrás. El decir, el decir yo estuve aquí como un murmullo que concibo por mí. Ella, ella espacial que me toma o yo la tomo a ella para acompañarla y acompañarme donde yo conozco. Los pasos, los pasos son metros de alcance para doblar por la muralla blanca que toca el camino del polvo.

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