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Location: Metropolitana, Chile

Nacido en 1984, Leonardo Murillo ha dedicado su vida a respirar el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Sus primeros cinco años los vivió cuestionándose las razones que tenían las tias del jardín para pegar cachetadas a quien no se durmiera en las colchonetas. Luego vendría el colegio, la educación básica en donde Jessica Arriet Ojeda, la profesora jefe, lo martirizaría en base a retos y humillaciones frente a sus compañeros. De quinto a octavo frecuentó la marihuana, el crack y la pobreza de una escuela municipal cerca de su casa. En el 2002 completó sus estudios secundarios para abocarse ha seguir respirando el aire que emanan los objetos construidos por el hombre. Administra y es uno de los fundadores del sitio y editorial www.poetica.cl. Fanático del ajedrez y la poesía, Leonardo Murillo come todos los días pan con algo pal pan y té, sentado en la cama a una distancia de treinta y siete centimetros entre él y su televisor.

Thursday, May 24, 2007

La intención del universitario, oh gritos. Ni tú preguntas si he vivido solamente. Mujeres que las intimidaba la clase social del otro. Sentían vergüenza de admirar la sapiencia del otro, o los modales, o la capacidad de entablar una conversación de manera rápida. Tenían la ilusión de estudiar solamente. Tenían en común con los ojos particulares la clase social que las enfundaba. Eran pobres de celular antiguo. Su único escudo era la posibilidad de ser inteligentes al mirarte. Y ahora te observan y te conversan desde su altura de mujercita con un conocimiento más robusto del mundo y las cosas. Porque leíste, con esfuerzo de sujeto conminado por la vida, la teoría literaria, y te sacaste notas cincos y pasaste con sonrisa de zapatillas con hoyos. Y supiste lo que era el postmodernismo, y te hiciste postmoderna al caminar por los pastos de la universidad. Y la postmodernidad sale de tu dentífrico cuando te limpias la boca.
Y yo, indisculpablemente sucio, ridículo, ridículo como quien le habla a un sol en la mañana, un sol de pantalones de colegio, en grislumbre de durezas en la planta, en cayos de zapatos pequeños, en un espejo quebrado por mi madre violada, no tengo idea lo que es la postmodernidad.
Y esto se parece a un perro agonizando, a una sémola de piñen luego de un baño con el cerricler abierto. Las palabras salen de mi boca en un ritmo cansado. En mi memoria los momentos de optimismo limpiando la estatua de los museos de Chile, limpiando con estos ojos tan patéticos de manzana comida luego de un trote. Observando con estos ojos tan patéticos al ayudante que sube el ascensor de su vida; y quizás quiera aprender esas cosas. Quizás quiera conversar con mis amigos lo "post" y lo "post post" de todo, en vez de hablar de los tres calzoncillos que me quedan en el cajón de la cómoda. Los únicos tres calzoncillos que me quedan o los cuatro que tengo con así los medias rajaduras. O a las mujeres que no crecen y que se quedan en su edad de independencia con el ceño arrugado, dedicándose a mirar calcetines con rombos los tres días siguientes a su menstruación abundante.
Yo te extiendo la mano para que me pidas disculpas. Y tú me la escupes con una gargajo elástico y amarillo como los de Charly García. Y en mi mano tu vestigio de pérdida y caída de las cosas mestizas. Se miran por la ventana los letreros de tus pestañas, los letreros de una chaparrita moliéndose en la boca, tan chiclosa, tan de tantos días con frío. Así, temblando con gotas nacaradas hacia abajo en la tina así, un tumor un rumor una cresta de gallo naciendo en mi pecho así, la mirada de mi hermano desde el otro extremo así, la baja la media la alta así. Nada más.

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